martes, noviembre 13, 2007

Un Pequeño Blues

Una noche paseando solo por Barcelona, la mente fatigada, mirando los edificios monumentales a la luz de las farolas, el trajín del centro de la ciudad, viendo la vida que fluía a mi alrededor, no pude hacer otra cosa que desear emborracharme.

Fue una suerte que, mientras buscaba un mal antro en el que tomar unas copas solo, en una esquina, encontrara algo mejor, mucho mejor; un pequeño bar con blues en directo. Desde la calle apenas oía nada, pero pensé que, si no me gustaba lo que oía, siempre podía ser ese un buen lugar para retomar mi plan original.

Bajé y pedí una copa. Tocaba un chico joven, delgado, con los rasgos muy alargados y lupinos y algunas arrugas marcadas ya, a pesar de su edad. Escuché. Y la música que oí me asaltó todos los rincones de mi cerebro. Me despertó recuerdos de noches estrelladas en el claro de un húmedo y cálido bosque, de fluir de aguas que no tienen un inicio ni un final, o sí, pero ambos muy lejanos, en el futuro, en el pasado. Me hizo pensar en días tranquilos con amigos, en charlas y risas, en pequeños mundos creados a nuestra imagen, para que solo nosotros los habitáramos. Despertó en mí un ansia antigua, de recuerdos y principios, un ansia que está ahí, al fondo de mí, y que, ahora que de nuevo dormita, casi he vuelto a olvidar.

Cuando acabó de tocar me acerqué a él antes de que pudiera irse. El local era bastante pequeño, y no había mucha gente, así que conseguí con relativa facilidad llegar hasta él. Le toqué en el brazo mientras recogía, y se volvió hacia mí, con una mirada interrogadora y casi asustada. Parecía un conejito aterrado.

Yo le pregunté, le pregunté qué era lo que había tocado, qué esa música embriagadora de flores y días nublados en los que no estás solo, no estás solo.

Entonces le cambió la cara. Ya no tenía miedo, no ahora, no con su música entre nosotros. Y me respondió. Me respondió como solo alguien curtido, alguien de edad, puede hacerlo. “Solo es una canción más”, me dijo. “Solo una triste canción más”.

domingo, julio 29, 2007

La Magia

Hace, tal vez, ya bastante tiempo que debí escribir esto. La magia es el principio de la creación de todo este blog, yo firmo como El Mago; debería haber definido qué es en verdad la magia, tal y como yo la veo. Como varias veces he dicho, las deudas están para pagarlas, y esto es una deuda ya muy antigua, conmigo mismo, con la magia y con los pocos que, a pesar de todo, me leen.

Empezaré por decir que la prestidigitación sí es magia, aunque sea una disciplina que yo no he estudiado aun. Quería empezar con esto en lugar de dejarlo para más adelante, cuando los argumentos estén más claros, simplemente para que, cuando vayáis leyendo lo que yo considero magia, veáis que cumple todas las condiciones, por tanto es magia, y viene a cuento de una reciente discusión con un amigo que defendía lo contrario.

La magia es algo mágico. La magia es algo grande y pequeño a un tiempo. Magia es, ni más ni menos, una palabra. Paraos a pensar lo que esto implica. La palabra magia no tiene un referente real, se refiere a sí misma como palabra, como idea, siendo así su propio referente real (ideas autorreferenciales, creo recordar que se llaman, muchos engloban en esta categoría a los dioses y seres simbólicos). La magia no existe más allá de sí misma. Por ello, magia es una palabra que significa algo que ninguna otra palabra puede: todo y nada a la vez.

Por ello llegamos a una de las partes que más me gustan de la magia, a la magia de mago o magia hermética (habrá gente que no esté de acuerdo conmigo, pero no considero magia nada que no sea desarrollo de los siete principios herméticos). La magia de mago es aquella que una persona puede hacer, aquella que, en verdad, funciona y que solo requiere que el mago sepa el truco (o timo, como ahora explicaré) y tenga la capacidad de usarlo. Esa fuerza es la fuerza de las ideas.

La magia de mago es una mentira que se dice sin mentir, es una idea que provocas sin que esa idea sea provocada, es, en el fondo, saber darse aires. Un mago puede ser el hombre más sincero del mundo, pero es un completo mentiroso. Porque la magia no es más que conocimiento, ciencia si se prefiere, aplicado de una manera cegadora. Magia es arrojar arena a los ojos para que no te vean ser alguien y parezcas más que eso.

La magia es un juego de decir sin decir, de usar lo que debe pasar en beneficio propio, la magia provoca porque no existe y, además de no existir, sabemos que no existe. La magia es la duda supersticiosa.

Un mago es un artista, un manipulador, una sonrisa con puñal. Nunca os fiéis de un mago, pues sus palabras pueden o no ser ciertas, pero él es una mentira. Os lo dice un mago. Suena fatal, cierto, pero es así. Y me encanta.

domingo, julio 15, 2007

Historia

Un hombre va andando por la calle y se tropieza con otro. Este se gira y le grita: ¡Gilipollas! Al oírlo, el primero se gira y le da un puñetazo.

1- Yendo por la calle un encuentro fortuito entre dos hombres provocó que uno de los dos, de manera soez, insultara fuertemente al otro. Este, no pudiendo pasar por alto la ofensa, respondió golpeándole para dejar así claro su enfado.

2- Tras una primera disimulada agresión, y la consiguiente y lógica respuesta verbal a dicho acto, un hombre ataca a otro en un arrebato de furia sin motivo.

Que cada uno juzgue.

jueves, junio 21, 2007

Cómo usé Inteligencia en lugar de Sigilo para robar pistachos

Érase que se era yo un día robando pistachos. Pertrechado para la guerra y la matraca, con mi colgante más tres a la inteligencia y mi cayado de mago con nudo en la punta, me dirigí raudo y veloz cual rayo de sol mañanero (que si llego tarde a clase, que si no he desayunao, que si sin café no soy persona) a hacer lo que todo héroe ha de hacer en algún momento de su heroica vida. Robarle a una pobre anciana.

Así, yo, astuto cual zorro, veloz cual guepardo, inteligente cual piedra de río y silencioso cual rinoceronte en una cristalería llena de bebés, la ancianita me cazó cual ave rapaz. ¿Cual? Pues una de estas con los ojos grandes, que cazan por la noche y hacen uhhhuhhhh. De esas. Y me cazó cual rata asquerosa. Bueno, normal, al fin y al cabo, soy una rata asquerosa.

Cuando la malvada anciana, que seguro que estaba al servicio de Sauron y era uno de los nueve espectros, empezaba a lanzar su atronador grito de guerra (¡¡ladrón asqueroso, te vi a tronchar el costillar!!) y a alzar su bastón de castaño (pero castaño clarito, casi rubio, oij, y sin teñirme) maldito con el que pensaba mandarme a reunirme con mis ancestros, que están en el hospital todos ellos porque salieron de copas, se les fue el coche y están que si con la pierna rota, que si un esguince y contusiones, yo, raudo cual rauda es la rauda codorniz, hice la del pulpo (pero un pulpo raudo, eso sí) y, usando todos mis poderes (que son encender luz y extender un charco de grasa, además de calentar agua, pero ese no lo usé) la cegué, y le di un empujón sucio, sucio que llevó a la pobre anciana gritando aaaiaaoiuaoaauaiaouaa hasta el borde del río, donde frenó por el simple método de caerse dentro del mismo.

Así conseguí robar los pistachos y convertirme en un héroe para toda la comarca. A la anciana aún no la han encontrado. Están dragando el río, pero nada.

viernes, junio 08, 2007

Sendas Monocromas

Anoche usé una ouija para comunicarme con los espíritus del pasado, con lo que fue en su día sol, luna y estrellas, y hoy no es más que oscuros y olvidados fantasmas de recuerdos.

Quise hablar con el más orgulloso de los mortales, Ramsés, Ozimandias, pero solo mi propia voz me contestó. Solo cuando quise hablar con la esencia de la redención le encontré, pues guardaba la puerta de marfil del laberinto en que ella vive. “¿Me recuerdan?”, me preguntó. “Únicamente cuando brilla el sol sobre el desierto”, le dije, y se entristeció.

Entré en el laberinto, preguntándome cómo había llegado yo allí, dónde estaba la tablilla que había de ser mi medio de comunicación, por qué infausto motivo estaba perdido en el fondo de la mente colectiva. Pero pronto olvidé mis cuitas frente a lo que se antojaba infernal jardín versallesco.

Vi un cartel que decía “Cuidado: Dioses sueltos” y tuve miedo. Para defenderme compré una botella de vodka a un estudiante Holandés de Erasmus que había llegado allí y no había podido volver.

Finalmente llegué al palacio de la redención y crucé unas puertas sobre las cuales, grabado a fuego por mil demonios del tercer círculo, ponía “¡Oh, los que traspongáis este umbral, abandonad aquí vuestras bragas!”, pero siendo como soy, un hombre, no me afectó demasiado. Me quité las bragas y listo.

Allí dentro estaba la redención. Empujé las grandes puertas, blanca una, rojo sangre la otra, rezando por una respuesta. Pero dentro solo había un millón de cuervos que gritaban. Gritaban. Gritaban.

miércoles, mayo 23, 2007

Ozymandias

I met a traveller from an antique land
Who said: Two vast and trunkless legs of stone
Stand in the desert... Near them, on the sand,
Half sunk, a shattered visage lies, whose frown,
And wrinkled lip, and sneer of cold command,
Tell that its sculptor well those passions read
Which yet survive, stamped on these lifeless things,
The hand that mocked them, and the heart that fed:
And on the pedestal these words appear:
'My name is Ozymandias, king of kings:
Look on my works, ye Mighty, and despair!'
Nothing beside remains. Round the decay
Of that colossal wreck, boundless and bare
The lone and level sands stretch far away.

Conocí a un viajero venido de una antigua tierra
que dijo: Dos vastas piernas de piedra sin el tronco
se elevan en el desierto... Junto a ellas, en la arena,
medio enterrado, yace un rostro destrozado, cuyo ceño,
y su labio arrugado, y desdén de frío dominio,
muestran que el escultor muy bien tales pasiones leyó
que aun permanecen, estampadas en estas cosas inertes,
la mano que las remedó, y el corazón que sustentó:
Y en el pedestal se leen estas palabras:
"Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes:
¡Contemplad mis obras, vosotros Poderosos, y desesperad!"
Nada más queda. Alrededor de la decadencia
de las ruinas colosales, ilimitadas y desnudas
las solitarias y lisas arenas se extienden en la distancia.

P. B. Shelley, 1817

La traducción es mía, puede que no sea del todo correcta, pero es que, en este caso, he preferido mantener la literalidad todo lo que he podido a “repoetizar” el poema.

Este poema me obsesionaba hasta hace poco. Bueno, no el poema en si, el significado, la muerte eterna de la que habla. Si ni los más grandes, ni los más poderosos, pudieron decir “seré eternamente”, ¿qué será de mí?

Gracias a Bertrand Russell por darme la respuesta.

El tiempo es una dimensión más, no es por ahí por donde hay que buscar la eternidad. ¿O acaso, cuando se acaba tu anchura, queda algo de ti que no tiene anchura pero es infinitamente ancho? ¿Por qué buscar eso entonces en el tiempo? La anchura que tengo es la que tengo y no más, el no tener más anchura no implica que yo no exista desde el momento en que se acaba mi anchura. Sigo existiendo, en otro lugar, entre el lugar en que mi anchura empieza y el lugar en donde acaba.

El problema, por supuesto, es que todavía no comprendemos, aunque lo sepamos lógicamente, que el tiempo es una dimensión, que nuestra muerte solo es el borde de nuestra vida, igual que nuestra piel lo es de nuestra anchura, largura y altura. Seguimos temiendo al tiempo.

Pero ya he encontrado la respuesta que buscaba. ¿Alma? No sé si existe, pero ya no la necesito.

jueves, mayo 17, 2007

Preludio Para la Llamada

A la atención de Herr Doktor Professor Fitchte, rector de la universidad de Viena:

Como me pedía en su carta, he encontrado un candidato para el puesto de catedrático de Historia Antigua que se ajusta a la política del reich y cuya capacidad para el puesto está fuera de toda duda. Aquí expongo su ficha:

Nombre: Egenolf Erzgebirge

Lugar y fecha de nacimiento: Stuttgart, 30 de Marzo de 1913.

Datos cualificatorios: Doctor en Historia, especializado en civilizaciones antiguas y teología comparada por la universidad de Berlín (1937). Viaja a Francia, Gran Bretaña, Austria, Italia, Grecia y Egipto (1937-1940). Profesor ayudante de Teología y Mitología (1940-1942) en la universidad de Colonia (a petición de un ex profesor suyo en la universidad de Berlín). Profesor titular de Historia Antigua (1943) en dicha universidad. Abandona el cargo por motivos militares, de los que es liberado poco después (véase sobre esto en datos personales).

Datos personales: Ario. Padres arios. Casado en 1941. Esposa aria, muerta en 1943. Comulga perfectamente con la política del reich y es de fidelidad asegurada, pues su mujer murió en un bombardeo Británico. Reclutado para el servicio (1943) en el cuerpo de interrogadores, donde su dominio del francés e inglés no fueron suficientes para desempeñar un buen trabajo. Calificado por sus superiores como “demasiado empático y poco dotado para el combate”, fue licenciado tras pisar una mina que le arrancó el brazo derecho y le dejó secuelas en el cuadriceps. Delgado y poco musculoso. Ninguna tara a nivel hereditario, perfecto exponente de la raza destrozado por la guerra y por su dejadez física. Sin embargo, como modelo intelectual puede ser de gran utilidad, tanto para la universidad como para el reich. A pesar de su falta de afinidad con el ejército, sus estudios le han valido ser reconocido colaborador de la Orden Negra de las SS, pues es un erudito en el esoterismo clásico (y sus relaciones con la teología). Se cree además (aunque este es un hecho aún por confirmar) que pertenece a una vertiente especialmente importante de la Orden Negra conocida secretamente como los Guardianes de R´lyeh, cuyos sangrientos rituales están envueltos en un fuerte misterio y protegidos por altos mandatarios del reich. Sea como sea, tiene una fuerte conexión con altos cargos de las SS.

Espero que se ajuste a sus necesidades.

21 de Noviembre de 1944

(Trascripción de una carta encontrada en 1963 en los archivos de la universidad de Viena. Sobre ella tenía un sello en rojo fechado en 17 de Diciembre que lo marcaba como aprobado. Sin embargo, no se recuerda que dicho catedrático llegara a dar clase alguna)

lunes, mayo 07, 2007

Sastre

- Bueno, ya tengo sus medidas, ¿de qué tela quiere el traje?

- Pues había pensado en una tela de honestidad y justicia para chaqueta y pantalones, y la camisa de bondad y rectitud. La corbata, por supuesto, sería de pura honradez natural.

- Por supuesto. ¿Quiere que los cosa con hilo de valentía? Le da un aspecto más poderoso al traje. Y los botones pueden ser de patriotismo, que, aunque es un metal barato, siempre luce.

- Sí, sí, me gusta. Además así lucirán con más brillo los gemelos que me regaló mi mujer. Son de verdadera solidaridad, ¿sabe?

- Bien, pues lo tendrá en una semana. Pero ya sabe que estos trajes pican, y no suelen ser muy cómodos, ¿verdad?

- Tranquilo, siempre llevo calzoncillos de cobardía y egolatría, y camiseta interior de egoísmo y maldad.

- Bien entonces. Pase la próxima semana.

- Gracias. Adiós.

- Adiós.

- Maestro, ¿se ha ido?

- Sí, se ha ido. Vamos, aprendiz, hay trabajo que hacer. ¿Sabes, niño? A veces odio ser periodista.

- Pues como sastre es usted el mejor.

- Lo sé. Una pena.

sábado, mayo 05, 2007

Matar a un poeta

Hace poco he leído Rising Stars, de J. M. Straczynski. Es una buena obra de superhéroes, tal vez demasiado optimista para mi gusto, pero buena. Aunque, por supuesto, la edición castellana está plagada de erratas y fallos.

Es curioso que una historia que tiene como punto fuerte las palabras, no el dibujo, tenga una edición traducida tan fatal. Planeta se ha superado a si misma con esto. Para demostrar mis palabras paso a enumerar algunas de las más llamativas (solo dos o tres).

- En medio de un texto judicial en que se define el status legal del que parte toda la historia encuentras una alusión a otro “tratado”, algo así como “Ley de Protección del Menor (tal vez sea mejor dejarlo en el inglés original)”. Perfecto, tíos. Ni revisáis lo que mandáis a la imprenta.

- En otra página todas las eñes se han convertido en €. No tendría importancia si no fuera porque en esa página hay alusiones constantes a la “compañía” y al “mañana”, con lo que queda de los más gracioso. Se supone que se dedican a esto, por favor, ¿no saben trabajar con las fuentes de letra?

- Y hay otra (esta me la han discutido, pero creo que sigue siendo un claro error) en la que se enumeran los poderes de los niños, ilustrándolas con viñetas (volar, brillar, lanzar rayos…) y, de repente, junto a una viñeta en la que se ve al niño concentrado y a un adulto ardiendo, pone “arder”. Vamos a ver, en inglés arder y quemar se dice igual, pero un poco de coherencia.

Pero ciertamente esto no es un caso aislado. Hace unas semanas le mandé un e-mail a Crítica para quejarme de su traducción de God Created The Integers del profesor Hawking. Una de las editoriales más serias, un libro de divulgación matemática, y un desastre de traducción.

Las editoriales ya no se preocupan por sus lectores, los traductores están mal pagados y quemados por unas fechas de entrega de broma, solo preocupa publicar y vender. O no vender y recibir subvenciones.

Así es como mueren los poetas. Porque cuando ya no se puede leer la poesía, cuando la palabra ya no es bella o, al menos, correcta, entonces lo que dice la palabra queda desvirtuado, y muere.

Y cuando mueren sus palabras, mueren los poetas.

lunes, abril 16, 2007

Un mal trabajo

Me estoy calando, pero no me importa. La lluvia pega muy bien con la oscuridad de mis pensamientos. Miro atrás y siguen ahí, como sombras en el fondo de mi mente. Persiguiéndome, acusándome. Y no puedo esconderme dentro de mi gabardina, dentro de mi alma, dentro de mi hogar.

Nunca pensé que mi trabajo me seguiría hasta la seguridad de mi hogar. No sé por qué, pero pensaba que podría mantener a mi familia lejos de esto; de toda la basura con la que tengo que tratar cada día; de toda la oscuridad que cada día me absorbe.

Todos los días tengo que moverme por lo más bajo, con los amigos del demonio, locos, psicópatas, estúpidos y malvados, pero pensé que mi familia estaba a salvo. Qué tonto fui.

Llego a casa, pero hoy parece más desoladora que nunca. La calle está casi vacía, excepto un transeúnte que corre con su paraguas tapándole por completo, sin ver nada. Y ellos, claro. Están ellos. Esperando.

Entro en casa y me siento en el sofá, y no puedo contener un sollozo. Gotas de agua escurren por mi pelo y caen en el parquet. Y, tal vez, una lágrima cae con ellas.

Mi hija, mi mujer, tienen que sufrir por mi inocencia. No, inocencia no. Temeridad.

Mi mujer, mi hija, las veo, y tal vez me estoy volviendo loco. Y cada vez que miro tras de mí, veo a una trouppe de payasos (“mocmoc, ¿cómo echtán uchtedech?”).

Tengo que dejar mi trabajo en el circo.

miércoles, marzo 28, 2007

Ciudad Maldita

En la ciudad maldita vivían gentes malditas de tez malditamente pálida y ojos claros. Y malditos, también, los ojos.

En sus malditas calles había gran trajín (maldito, claro) y eso a pesar de que todos estaban malditamente malditos; los malditos mercaderes, que hacían largos viajes al este, viajes que estaban malditos hasta que salían de la ciudad, y traían caras especias y bellos tejidos, que se convertían en caras especias malditas y bellos tejidos malditos nada más llegar, y que anunciaban sus malditos empleados a gritos (podrían ser maldiciones, no sé, pero que estaban malditos hasta los gritos es seguro); los malditos aristócratas, en sus malditos caballos y carruajes recubiertos de pan de oro maldito, con bellos arabescos de maligna malignidad maldita (y mala, y malvada y… eso); los malditos ciudadanos, que ciudadaneaban por las malditas esquinas desde la maldita salida del maldito sol hasta su maldita puesta; damas y soldados, malditos todos ellos, juntos o por separado.

Allí vivía también un rey maldito con su maldita corte resplandeciente, en un bello palacio maldito. Y, a pesar de estar maldito, era un buen gobernante.

En esa maldita gran ciudad nació un maldito día un hombre bendecido, nuestro bendito profeta. Siendo aún un bendito niño, ya dio muestras benditas de su bendita bondad. Molestaba a los malditos ciudadanos y les arrojaba benditas piedras malditas. Sus malditos vecinos le odiaban, porque era un bendito cabrón de niño. Martirizaba a los malditos animales, les cortaba sus malditas patas a las malditas arañas y estas se retorcían de bendito dolor, les arrancaba los malditos bigotes a los malditos gatos, y los malditos animales a los que no podía benditamente torturar, los mataba, para liberación de sus benditas almas.

De adolescente, fue un bendito delincuente juvenil. Robaba a punta de navaja (la navaja bendita se expone estos días para su bendita adoración), y llegó a matar a dos malditos que no quisieron colaborar en su bendita misión.

Ya de adulto tuvo que huir de la maldita ciudad, ya que un maldito juez quería condenarlo a muerte por veinte asesinatos que no había cometido, y que además habían sido benditas obras de salvación de las almas benditas de veinte hombres malditos, con las que nuestro bendito profeta ya demostraba su bendito propósito divino.

Y entonces, en el bendito exilio, decidió fundar su justa iglesia. Reunió a un justo grupo de justos hombres y, explicándoles su bendita visión con su bendita palabra, los convirtió en sus justos discípulos y sacerdotes. Durante diez justos años se dedicaron a asaltar justamente a los malditos comerciantes en el bendito bosque de las benditas afueras de la ciudad maldita.

El maldito rey estaba que se salía de sus malditas casillas. El bendito profeta y sus justos seguidores estaban repartiendo su bendición y su justicia, a partes iguales, entre las vidas malditas de su maldito pueblo y sus malditas carteras, aflojándoles el bendito oro o las justas entrañas. Así que decidió poner maldecido precio a la bendita cabeza del bendito profeta.

Pronto, los justos hombres que le acompañaban justamente le entregaron al maldito rey, cobrando así la bendita recompensa. Poco tiempo después, el bendito profeta fue malditamente ejecutado. Pero todo esto lo había pedido benditamente el bendito profeta, no fue la justa rapacidad de los justos sacerdotes lo que les empujó a entregarle, ni el justo hecho de que fueran unos justos asesinos sin escrúpulos justos que deseaban el maldito dinero del maldito rey.

Y así fue como el bendito profeta nos salvó a todos y arrasó benditamente la maldita ciudad (no lo he dicho, pero la ciudad fue benditamente arrasada; o justamente arrasada, no estoy seguro) que, curiosamente, aún hoy en día sigue en pie y sin arrasar y es el centro de su justa iglesia. Pero vamos, que los designios de dios son inescrutables.

sábado, marzo 17, 2007

Estúpido Perdedor Victorioso

Hace más bien poco tiempo existió un escritor que era una mierda. Todo lo que escribía era malo como el pecado (pero pecado del malo, malo; del mortal), pero él no se daba cuenta y seguía escribiendo gilipolleces que nadie quería leer. Como se puede deducir con facilidad, era tonto perdido.

Este tío no había publicado, por supuesto (bueno, no tan por supuesto, que hoy en día se publican cosas que te hacen pensar en coger una escopeta y correr detrás del editor), pero soñaba con hacerlo algún día. Sus amigos le animaban, venga, tío, que tu puedes, escribes muy bien, y tal, y cual. Y el escribiendo con el culo.

Un día, por casualidad y como quien no quiere la cosa, mientras defecaba otro texto en el ordenador, le cayó un rayo y le mató. Ese día las musas hicieron una fiesta, porque la muerte del joputa que había abusado de ellas y las había tratado como estúpidas les alegraba sobremanera. Sí, puede que fueran un poco zorrilas, pero las entiendo, ¿tú no?

En este momento el escritorzuelo está en el infierno de los malos escritores, donde los diccionarios no existen y las historias son siempre las mismas, aunque peor contadas cada vez.

Lo más triste es que él piensa que está en el paraíso.

viernes, marzo 09, 2007

El Mundo Al Revés

This ultrashort text is for my american reader, perhaps my only reader, hehe. This text is quite difficult, if you understand it at all, you can say you know Spanish… and mathematical logic.

El mundo al revés del mundo al revés es el mismo mundo al revés.

En el mundo al revés no existe lo que existe y existe lo que no existe, así que existe todo y nada al mismo tiempo, pero no existe, igualmente, ni todo, ni nada, ni tiempo.

La gente que vive en el mundo al revés no vive en el mundo al revés y, por tanto, vive en el mundo al revés del mundo al revés, luego viven en el mundo al revés, al revés que el resto del mundo que son ellos mismos que también y tampoco viven en él.

La lógica de la gente que vive en el mundo al revés no es lógica, y no da conclusiones verdaderas, luego todo lo que he dicho hasta ahora sobre el mundo al revés es falso en el mundo al revés. Por lógica, claro.

lunes, marzo 05, 2007

Paradojas de acordeonista

Manos fuertes abren delicadamente el estuche. Dentro, el acordeón espera como un motor de avión recién construido podría estar esperando el primer chorro de potencia, la primera ráfaga de aire. Con cariño, con firmeza, las manos cogen el aparato y lo sacan de su estuche.

El acordeonista es un hombre fuerte. Físicamente, su cuerpo es una cuerda de guitarra. Mentalmente es una púa perfecta para producir su música. Entrenado, severo, directo, hace fluir las notas de si mismo con rudeza, con crudeza, pero con pasión.

Salen las primeras notas. Notas sueltas, de preparación. El fuelle se curva y estira con suavidad. Mano izquierda preparada para la potencia, mano derecha para la velocidad. Y la música empieza a sonar.

El acordeonista es alegre, vivaz y puramente humano. No puede comprender la belleza de las palabras, ni tampoco la expresividad de la imagen. Y, sin embargo, comprende el ritmo como pocos lo entienden, comprende la armonía en su estado más puro hasta el fondo de su ser. Y lo ama.

La mano izquierda busca su posición como un titán en un mundo recién creado, con violencia, con ansia. La derecha acaricia el teclado con cariño o lo recorre con indiferencia, como si el acordeón fuera un perro y ella su amo con forma de araña.

El acordeonista es firme, algunos dirán fanático, pero es recto. No es bueno comprendiendo, pero sí lo es entendiendo. Es muy exigente, pero no lo es menos consigo que con los demás.

Los dedos vuelan y se saltan los unos a los otros, como en una frenética carrera electoral con el pájaro Dodo, y Alicia está atrapada por la música, golpeante o fluida según el deseo de un instante, según la presión de un momento.

El acordeonista es una buena persona, aunque no desee ser sabio. No lo sabe todo, pero tampoco lo pretende, y desea que su vida sea suya. Ama, odia, siente, piensa, conoce y no conoce, es un alma verdadera. No pretende ser, es.

Se contorsiona, se inclina, se mueve y vibra, y las manos, en tensión, arrancan sueños del aparato muerto. Y el acordeón, sorprendido, canta y grita su propio coro de esclavos eunucos.

El acordeonista está tocando. Su corazón es ahora ese acordeón, su cerebro ha bajado a sus manos, sus ojos son las puntas de sus dedos. No hay más mundo que la música, no hay más realidad que la matemática amorosa de la armonía radical.

domingo, febrero 18, 2007

Fidelidad Científica

Pedro Rata era doctor en físicas y licenciado en matemáticas. La ciencia, la lógica, era su obsesión, su pasión, su amor.

Pedro era inteligente y trabajador, constante, construía un edificio de sabiduría cada día, rechazando el mundo de los sentidos, de las sensaciones, de los sentimientos. Por eso el conocimiento correspondía su dedicación con el premio de su entrega.

Los que le conocían le respetaban, aunque eran pocos los que le conocían (y nadie le conocía bien, pues era muy reservado). Le gustaba ese respeto, pero no era su meta, no era su deseo, no era más que un añadido al premio de la posesión de lo que de verdad deseaba, del acercamiento a las verdades que buscaba, del premio de la pasión sentida.

Se sentía satisfecho con la relación que mantenía con la ciencia. Él le daba su vida, ella… ella le sonreía. Y le bastaba.

Por eso le cambió la vida conocer a Juan Rodrigo, en aquella tarde de Marzo. Juan era un joven doctorando en su departamento de la universidad, un chico guapo y agradable, con una inteligencia prodigiosa, pero era asquerosamente inconstante.

Por eso para Pedro, que la ciencia le traicionara con ese vago, con ese ilógico acientifista, era algo que le dolía. Que sin el más mínimo esfuerzo lograra lo que a él le había costado meses de duro trabajo le dolía. No le importaba no ser el único, no le importaba compartir a su amor con aquellos que pagaban el precio de sangre y vida. Pero Juan no pagaba. Juan no amaba la ciencia. Y, sin embargo, ella le amaba a él.

Pero Pedro no odiaba a Juan por ello. Pedro era un científico y, si la ciencia le traicionaba, él cumpliría con su no pronunciado trato con más ahínco. Por eso Pedro decidió amar a Juan, porque Juan no era su enemigo, porque le acercaba a aquello que deseaba, porque quería que Juan fuera para la ciencia un verdadero amante. Porque ella le amaba, y, si no se la merecía, tendría que merecerla.

Le tomó bajo su ala metafórica. Le enseñó, le ayudó, le informó, le interesó, le guió. Fue su maestro y, forzando su inteligencia, le convirtió en el mejor amante que la ciencia había tenido. Juan fue la palabra revolución.

Y hoy Pedro, ya anciano, solo y desgastado, no está triste, porque dio su propia vida por su amante, porque sabe que hizo, por amor, un sacrificio de significado.

lunes, enero 15, 2007

Muerte

El día de mi muerte llovía.

Lo recuerdo perfectamente, porque mi cuerpo quedó calado en el callejón, tirado en un charco, pringoso de sangre aguada todo el pecho.

Desde entonces han pasado muchas cosas, porque en tres años pasan muchas cosas, pero aun no he sido capaz de olvidar que morí, como un perro, ese día, en ese callejón.

Recuerdo estar allí en el suelo; mucho rato, tal vez. Después, como de muy lejos, muy sorda y apagada, oí la sirena de la ambulancia. “Bleubleubleu” me preguntó uno de los sanitarios. Intenté responder que estuviera tranquilo, que ya había muerto, que tampoco se preocupara mucho. Por lo que sé, dije “gggghhhghgrrr”, respuesta perfecta que dio lugar a “bleubleubleu” por su parte.

Viaje movido al hospital, con una seria pérdida de sangre, pero probable recuperación, porque no tenía dañada ninguna arteria importante. Quirófano. Les llevó un tiempo, y de fondo escuchaba a Charlie Byrd. Creo que los médicos y las enfermeras estaban hablando, sobre la música, que sonaba de fondo, probablemente, pero a ellos no les oía, solo les veía. Escuchaba la música de Charlie Byrd y solo me preguntaba por qué sonaba tan clara, tan simple, cómo habían conseguido una grabación tan perfecta.

Se suponía que la anestesia me había dormido. Ciertamente no me podía mover. Y más tarde me dijeron que la música del quirófano no era de Charlie Byrd, que el doctor Feijoo escuchaba a La Vieja Trova Santiaguera cuando operaba. Así que supongo que ciertamente era presa del sueño. Pero no parecía un sueño, lo veía, cómo me salvaban la vida. Y yo solo pensando “bueno, puede que al otro lado pueda escuchar a Charlie en directo”.

La hospitalización fue el verdadero sedante. Hasta que salí del hospital no sentí la fuerza de la realidad. Hasta entonces, pensé que había sobrevivido.

Él estaba en la cárcel. ¿Qué me importaba? Yo ya estaba muerta, me había matado. Le quería, confiaba en él, y me mató.