jueves, septiembre 29, 2005

Costumbre antijaponesa

Qué bonito es juzgar sin tener ni idea. Todo lo que es diferente es malo.

Sigo escuchando a gente que dice que el cómic japonés solo es violencia y sexo, pero, claro, no leen cómic. Son los que siguen usando la palabra tebeo despreciativamente, aquellos que hablan de volver a Heidi y Marco (extrañamente, ambos japoneses) y que piensan en Mortadelo y Filemón si les hablas de viñetas.

Sigo escuchando a gente que dice que el manga no tiene calidad gráfica, y que sus historias son absurdas, pero, claro, no quieren ver la expresividad, la enorme capacidad de representación que proporcionan esos estilos de dibujo (sí, hay más de uno y más de mil estilos en el manga, ¿qué creias, que solo eran ojos grandes?), no se fijan en las enormes diferencias culturales que nos separan y sin cuya comprensión lo normal es que no sepas de qué te hablan, las enormes diferencias idiomáticas, la carencia de traductores en condiciones del japonés (sigo queriendo LEER Nausicä, porque en la edición que se hizo aquí me gustó mucho el dibujo y estoy seguro que la historia, en realidad, era buena).

¿Pero a quién le importan los detalles? ¿Que Japón es uno de los países con una tasa de delincuencia más baja del mundo? ¿Que es uno de los países con un sentido del honor (recordemos que honor es muy parecido a ética) más estricto? ¿Y leen esos cómics hasta los más altos funcionarios y ejecutivos? Es cierto, debe de ser pernicioso para provocar que ese pequeño país sea uno de los más poderosos mundialmente, mientras nosotros, que nos mantenemos serios frente a ese tipo de locuras, no somos nada. Pero, si eso es ser un desviado social, cuando tenga un hijo quiero que sea un sociópata.

Triste, muy triste. Y nos consideramos civilizados.


domingo, septiembre 04, 2005

Sobre el Desarrollo de Personajes

Sobre el desarrollo de personajes se puede decir mucho, pero hoy abordaré una idea absolutamente básica: no existe lo que se conoce como personaje “real”.

Cuando desarrollamos un personaje le dotamos de motivaciones, lo cual nos da una manera objetiva lógica de explicar los sucesos y actos de este personaje. Sin motivaciones no tramaríamos un personaje creíble, y, por tanto, el desarrollo sería deficiente. Incluso cuando se habla desde el punto de vista de un personaje siempre se parte de la objetividad para lograr la subjetividad relativa de dicho personaje. De esa manera, podemos explicar los actos de cada personaje de manera estructural: es cobarde y huye, es valiente y lucha.

Sin embargo, en la realidad los seres humanos no tienen motivaciones claras, o, siendo precisos, tienen tal cantidad de motivaciones entremezclándose que no es posible estar seguro de la reacción de alguien a priori. Dicho de otro modo, no se puede saber cual será la respuesta porque no estaremos seguros de la motivación dominante, puesto que no existe, o, en caso de existir, es inabarcable para la mente.

Lo que se conoce como personaje real debería conocerse en realidad como personaje complejo. Un personaje con motivaciones lo suficientemente obvias para ser entendidas, pero tan ramificadas, tan distintas o tan variadas que supongan un reto a la mente del lector.

De esta manera, un personaje con una única motivación es muy simplista, y solo podrá ser usado de manera tan poco desarrollada en relatos de corta extensión o en papeles muy secundarios (o en libros para niños), sin embargo un personaje con una variedad de motivaciones amplia (como Tyrion Lannister) tenderá a convertirse en un personaje “real”.

A pesar de lo expuesto, hay que tener cuidado, puesto que cuantas más motivaciones tenga un personaje, tanto más lioso resultará, y más posibilidades hay de que la gente no lo entienda o considere que es un personaje sin sentido. Por este motivo hay que medir bien el nivel intelectual de los que esperas sean tus lectores, y actuar en consecuencia, adaptando la complejidad a un punto que a sus mentes suponga un esfuerzo, pero no un imposible.

Por supuesto, como ya he comentado anteriormente, está el tema de la objetividad. Al fin y al cabo un escritor es dios en sus escritos y dios es amoral (pues utilizo aquí la palabra dios en el sentido natural), son los seres humanos los que desarrollan moralidad. Igualmente, el escritor habría de desarrollar una manera de abstraerse de la moral (absolutamente imposible en personas cuerdas) para crear credibilidad, y, aún logrando esto, no sería suficiente, puesto que habría de conseguir dotar de moral creíble a sus personajes estando él absolutamente al margen, algo imposible de lograr para ser humano alguno.

Por este motivo afirmo que todo escritor debe partir de la base de que no puede crear un ser humano, no puede darle realismo total a personaje alguno, pues eso significaría crear personajes estúpidos y sin sentido. De esta manera, el escritor habrá de crear personajes complejos, incluso oscuros, pero siempre comprensibles.