martes, julio 04, 2006

Vuelta

Ligera nieve caía sobre mí, pero no sentía ninguna gana de levantarme. Ese jardín me vio crecer, el roble en el centro había sido la presencia más imponente de mi niñez y mi muñeco de entrenamiento con la espada de madera. Cuando me fui era mi hijo el que jugaba a ser soldado. Y ahora, a mi vuelta, ya tenía edad para ir a luchar si se diera el caso.

-Mi señor, ¿estáis bien? –Preguntó alguien a mi espalda. Me giré, levemente, y me encontré con los ojos que esperaba ver. Diez años de guerra no me habían hecho olvidar la voz de mi amor. Mi dama. Mi mujer. No pude hacer otra más que sonreír.

-Tranquila, mi ángel, solo necesitaba pensar. –dije mientras ella se acercaba bajo la suave nieve al banco de piedra. –Desde que he vuelto he pensado mucho. Pero veo que os he preocupado, mi señora, y no voy a deciros que sin causa. Sin embargo puedo deciros que ya tengo lo que quería, que ya no tendréis que sufrir por caras largas y largas horas de desespero. Ya puedo sonreír.

-¿Podéis explicármelo, amor mío? –Me interrogó con suavidad. Sin embargo, noté su relajación.

Tras una pausa, empecé a hablar. –Habían pasado muchos años desde que me fui. Tras mi vuelta todo eran detalles. Nuestro hijo había crecido, ya era un hombre. Tú eres más madura, e incluso más bella que antes. He notado que de los sirvientes que dejé aquí solo el viejo Paulano sigue con nosotros, he incluso el parece más viejo si cabe; la demás servidumbre es nueva. Incluso el palacio ha cambiado. Me sentía… fuera de lugar. Como si no perteneciera a este lugar.

-Pero, mi señor… -empezó a decir, pero la corté suavemente, con una cariñosa sonrisa y levantando los dedos de mi mano derecha hasta sus labios.

-Pero nuestro hijo me quiere, me recordaba cuando vine. Y le habías hablado de mí con tanto fervor que ahora me adora y casi hasta me agobia pidiéndome “papá, háblame de la guerra”. Tú aún me amas, no me olvidaste. Y la gente me mira con adoración, su valiente señor que vuelve de la guerra. No me di cuenta al principio de esto, pero… ¿sabes qué es lo que me hizo darme cuenta? –Señalé hacia adelante, sin apartar la mirada de sus ojos. Ella, reluctante, miró hacia donde yo señalaba.

-El árbol. No ha cambiado. No ha cambiado nada, el roble de mi padre. –Al principio no comprendió lo que quería decir, pero, cuando se dio cuenta, sonrió. Nunca ha sido tonta, mi pequeña. –Id adentro ahora, mi señora. Ahora entro yo. –Le pedí con una caricia.

Estuve a solas unos momentos más, bajo la nieve. Recordé la guerra, pero mandé más lejos mi mente, antes de la guerra, y comprendí por qué aquel siempre había sido “el roble de mi padre”. Y deseé que mi hijo, al mirar este árbol, lo viera también como el roble de su padre.

Me puse en pie y fui hacia el arco de la casa. Apenas estaba a cubierto en la arcada del frontal cuando el viejo Paulano se me acercó y me extendió mi capa de piel sobre los hombros. –Paulano, –dije con cariño –eres ya un hombre mayor, no hace falta que me guardes y vigiles todo el día. –Sí hace falta, mi señor, -me respondió – porque así ha sido siempre.

Así ha sido siempre. Sonreí al más fiel de mis sirvientes y entré en la casa.

7 comentarios:

Burnout. dijo...

Efectivamente el paso del tiempo es más patente en las personas que en las cosas. Todos -antes o después- nos encontramos en esa posición en la que recordamos y trasponemos a nuestros hijos en nosotros. Esa continuidad e ilusión de inmortalidad es la que nos empuja a tenerlos. Además a los hombres nos está negado el sentirnos aún más unidos a nuestros hijos, ya que nunca los hemos tenido dentro de nosotros ni nos ha costado darles a luz, por lo que se experimenta un vacío añadido cuando les vemos evolucionar.
Un saludo.

Paula Edith dijo...

Precioso. Me hace acordar al regreso de Ulises, pero sin todos los problemas :P
Es tan bonito que parece irreal.

Anónimo dijo...

Aunque está claramente inspirado, como bien dices, Malw Dark, en el mito de Ulises (dado que la mitología griega me tira una burrada, como ya os habréis dado cuenta), he intentado desmarcarme un poco del mundo griego clásico, y yo veo el relato integrado más bien en la época imperial romana, o en la edad feudal norteuropea.

Y, al fin y al cabo, aunque el cambio es a veces demasiado patente (en los hijos el cambio debe ser algo especial, ¿no, Jatqlz? No tengo la experiencia, solo puedo imaginarlo), al final son los recuerdos y la aceptación lo que nos lleva adelante.

El Mago:*

Burnout. dijo...

Un día los ves como un muñequito en la cuna, a los pocos meses se tira de la cuna, al año se agarra a donde puede (no te digo de donde puede!)y arrasa con todo lo que hay en los cajones y ahora, dentro de nada dirá "Papá KK" y no sabré si se refiere a mí, y en unos años ya no me hará ni caso así que... Procuro aprovecharlo y que pase el tiempo lo más lentamente posible.
Espero poder hacer lo que hace tu protagonista y volver a mis lugares de juegos y encontrarlos incólumes.

Paula Edith dijo...

Sim, es increible lo rápido que pasa el tiempo. En especial cuando uno no ha estado allí para verlo.
PD: Elener ¿podrías hacer un click cada tanto en el anuncio google de mi pagina ;) ? No mas de 1 vez día please. thx

Anónimo dijo...

A pesar de haber entrado hace no mucho en tu blog, no había visto este mensaje, ando un poco tonta, sorry.

Me ha gustado mucho este relato, aunque, ¿crees que tras tanto tiempo las cosas importantes no cambiarían? siento ser una negativa, pero estoy bastante segura de que su caracter habrá cambiado por la guerra, por el distanciamiento de la familia,... el de ella también, será más independiente y se habrá acostumbrado a vivir sola y seguramente culpe a su marido de su soledad "¿Por qué se tuvo que ir?", habrá acumulado rencor durante todo este tiempo. Y si es que no ha tenido algún escarceo amoroso con otro hombre, seguramente a la vuelta de su marido no sabrá ni como tratarlo, son muchos años, primero de angustia y preocupación y más tarde de rencor y pensamientos como "¿Y si se ha olvidado de nosotros y ahora tiene otra mujer y otros hijos?".

Creo que en la actualidad sería más probable que sucediera todo esto.

Anónimo dijo...

Las cosas cambian, pero lo importante no tiene por qué cambiar.

Hay veces en que las cosas no suceden así, pero existen los hombres justos y, a veces, se unen con las mujeres justas. Y, entonces, para ellos, toda su relación es justa, se entienden y comprenden sus situaciones.

Ella sabe por qué se tuvo que ir, solo el rencor que no se sabe canalizar se descarga por esos caminos, y, por eso, le ama, y le sigue amando. Porque sabe que no da la espalda cuando se le necesita, porque sabe que, si ha luchado diez años en una guerra que apenas le incumbía, qué no hará por los que quiere.

Ella confía, ella ama, y por eso él, finalmente, reconoce dónde está su hogar.

Porque Ulises sería un héroe, pero los más bellos cantos son sobre Penélope.

El Mago:*