viernes, diciembre 15, 2006

Justicia Poética

Durante la puesta de sol, en la cresta de la colina, se recortan las siluetas de dos hombres, espada en mano, luchando. No es una lucha épica, ya desde el principio se sabe quién va a ser el vencedor; mejor luchador, más ágil, más fuerte, más listo. Su ejército observa desde el pie de la colina como su soberbio general concede una lucha a muerte a quien solo merece una ejecución. Aunque esta lucha, al fin y al cabo, también es una ejecución. No es una lucha justa, pero es una oportunidad de morir con honor, como si ese asesino fuera un caballero.

El general se mueve con soltura, pasos seguros, tranquilos, a pesar de la armadura. No se está arriesgando, no debe hacerlo. Suficiente está dando de si mismo concediéndole una muerte en combate y por su mano. El asesino está agotado, resolla sonoramente y se mueve con pesadez. Apenas puede cargar con su espada.

Un movimiento rápido y las espadas vuelven a estar trabadas, la una con la otra. Un golpe seco, un chasquido de huesos, la espada del asesino resonando seca en el suelo al caer, su muñeca rota.

-Muere con honor –dice el general. –Tal vez así el cielo perdone tus crímenes.

Sorpresa en el rostro del asesino. Él jamás habría concedido esta lucha a su enemigo, cuánto menos su bendición. Y se ríe.

-¡Estúpido! –grita con rabia y odio en su voz, ahogando su gorgojeante risa. –Te crees grande y no eras más que un asesino como yo. Peor, en realidad. Yo mataba por algo.

-¿Tú matabas por algo, dices? Mataste a tu padre por conseguir su herencia, a tu más fiel amigo por envidia de su atractivo, reuniste un grupo de bandidos por maldita codicia para matar a todo el que se opusiera, y, cuando estabas perdido ante mí y te envié mensajeros con bandera blanca, que te ofrecían el destierro en lugar de la muerte, los mataste por ira y por maldad. ¿Y te dices mejor que yo, que mato solo por obligación y cuando no me queda ya otra opción? ¿Yo, que te di la oportunidad de un juicio justo? ¿Qué te concedo morir con un honor que en vida no has demostrado?

-Sí, maté por maldad, y ante todo por codicia y placer, pero ese es un motivo. ¿Por qué matas tú? ¿Por justicia, por un falso sueño que no existe, por una estúpida y difusa idea? Y me concedes morir con honor, dices, pero me humillas, me haces luchar en una farsa inútil. ¡Me río de ti y escupo en tu precioso honor! ¡Mejor estaba ejecutado!

El general, pensativo, se queda extático y, lentamente, baja su espada.

-Puede que sea una idea difusa –dice, en voz baja, seria -, pero es una idea mucho más bella que la que a ti te movió. Prefieres ser ejecutado. Sea. ¡Teniente! ¡Traiga a tres soldados y que lo cuelguen del árbol más cercano, como es su deseo!

-Espera, no, mátame en combate, no me mates como a un perro, por favor, por fav…

-Es lo que has pedido y es lo que te concedo. Tendrás, por decisión tuya, lo que un asesino merece, y no lo que yo entrego a todo hombre.

Años después un soldado recordaría cómo el y otros dos fueron con su teniente y cogieron al hombre, le arrastraron hasta un árbol cercano y le colgaron. Recordaría como su general fue con ellos, prohibiendo hacerle más daño del necesario y asegurándose de que se cumplía su orden. Recordaría el orgullo que todos sentían por su general, duro, fuerte, justo, piadoso. Recordaría como el asesino se resistía, lloraba y reía, insultaba, pataleaba y gritaba, maldecía, y el general lo miraba todo, inconmovible.

Y recordaría como solo él, cerca del general y esperando mientras los otros dos preparaban la soga y el prisionero, y el teniente sujetaba el caballo sobre el que este había sido subido para alzarlo del suelo y que la horca le partiera el cuello, solo él vio la lágrima en el ojo derecho del general y solo él le escuchó decir “adiós, hermano”. Y recordaría como esto le hizo sentirse aun más orgulloso.

Jamás se lo contó a nadie.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es imaginación mía, ¿o tiene relación con el tema de la pena de muerte?





Namuri.

Anónimo dijo...

Es curioso cómo crecen los textos. A veces te pones a escribir algo para que sea una simple historia, sin moraleja, pero crece y crece, y de repente te das cuenta de que le has puesto algo de tu pensamiento, y le has dotado de moraleja. Y a veces, como este texto, pretendes que diga algo, pero, al crecer, pierde su moraleja, porque la historia es mucho más grande que lo que de ella pueda deducirse a posteriori.

Por ello, no, Namuri, no habla de la pena de muerte. Es más, no puede hacerlo, ya que soy opuesto a ella y, sin embargo, este texto parece defenderla. Aunque entiendo lo que dices.

Este era un texto que iba a tratar sobre lo grandes que hacen a los grandes las maldades de los demás, si saben mantener su corazón firme. Como podeis ver, el texto "mutó" un tanto según lo iba escribiendo.

El Mago:*

Dante dijo...

Yo lo resumiria esta curiosa historia como:

"Alguien tiene que hacerlo"
o
"Justicia que no cese aunque pese"